Mati:
L’ÀNIMA DE LES FLORS
Aquelles dues flors que hi ha posades
al mig del caminal,
qui és que les hi deu haver llençades?
Qui sia, tant si val.
al mig del caminal,
qui és que les hi deu haver llençades?
Qui sia, tant si val.
Aquelles dues flors no estan pas tristes,
no, no: riuen al sol.
M’han encantat així que les he vistes
posades a morir, mes sense dol.
no, no: riuen al sol.
M’han encantat així que les he vistes
posades a morir, mes sense dol.
“Morirem aviat, lluny de la planta
-elles deuen pensar-;
mes ara nostre brill el poeta encanta,
i això mai morirà.”
-elles deuen pensar-;
mes ara nostre brill el poeta encanta,
i això mai morirà.”
Joan Maragall.
JOC
Pots jugar amb el seu cos,
que és
jove i riu, i vol
el joc, i no n'ha tingut prou
Encara creus que en tu hi ha vici?
Mostra el teu vici. Dóna't
sencer. Si te l'estimes,
no li ofeguis aquesta tremolor:
la curiositat del cos, que tu
fa massa temps que en dius desig.
Gabriel Ferrater
Nit:
La lluvia de la noche
La voz oscura prende soledades,
aísla el sueño,
perturba a los insomnes.
La lluvia, la palabra de la noche,
también roza el día con su aliento
de fuerza estremecida por las nubes
que lavan el círculo polar
con las ablaciones de la nieve.
El agua, perdida, se confunde,
se alía con la niebla derrotada,
goza del estertor de los rosales
que no pueden soportar
el firme aullido de las sombras.
El agua se inmiscuye entre los setos
para averiguar la blasfemia de sus gotas,
y el rictus amargo de una espera
que pide ser oída en la catarsis
de esa misma agua derramada.
La noche dice, canta sus pesares,
alivia su dolor, su desconsuelo
con frascos de alquitrán, fosas comunes,
donde reposa la osamenta de un pasado
preso en los avatares del murmullo.
La noche se desprende de su piel,
minada por el paso de la lluvia
que desciende a la losa de la tierra.
aísla el sueño,
perturba a los insomnes.
La lluvia, la palabra de la noche,
también roza el día con su aliento
de fuerza estremecida por las nubes
que lavan el círculo polar
con las ablaciones de la nieve.
El agua, perdida, se confunde,
se alía con la niebla derrotada,
goza del estertor de los rosales
que no pueden soportar
el firme aullido de las sombras.
El agua se inmiscuye entre los setos
para averiguar la blasfemia de sus gotas,
y el rictus amargo de una espera
que pide ser oída en la catarsis
de esa misma agua derramada.
La noche dice, canta sus pesares,
alivia su dolor, su desconsuelo
con frascos de alquitrán, fosas comunes,
donde reposa la osamenta de un pasado
preso en los avatares del murmullo.
La noche se desprende de su piel,
minada por el paso de la lluvia
que desciende a la losa de la tierra.
Teresa Domingo Català
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